Entre las cosas difíciles de la vida está describirse a una misma, con sus defectos y sus virtudes, sus debilidades y sus fortalezas, con sus rasgos notorios y sus intimidades. No sólo por pudor, vergüenza o modestia, sino porque no es nada fácil verse desde afuera, verse una como si fuera "la otra": la vecina, la amiga, la hermana, la portera o la profe. Pero sí se puede hacer un intento. Aquí va entonces...
Somos, a mis ojos, muy parecidas y muy distintas. A veces muy decididas, a veces muy indecisas. Muy buenas dando consejos ambas, pero debo admitir que la única que los aplica la mayoría de las veces en su propia experiencia no soy yo. Ella escribe prosa y yo poesía. Ella lee prosa, hasta donde sé, y yo un poco de todo. Ella literatura extranjera, yo literatura uruguaya (claro que hacemos excepciones, porque nos recomendamos libros o caen en nuestras manos en algún cumpleaños, de parte de alguna abuela o tía que sabe que un par de medias no es buen regalo, un libro sí). Compañeras de clase durante siete años seguidos, siendo desde el segundo mejores amigas. El año anterior dijeron "¡Basta, no las aguantamos más!" y nos separaron. Y como vieron que el distanciamiento físico no hacía diferencia, nos volvieron a juntar.
Nos enteramos de este concurso el día que cerraba la inscripción, pero como también coincidimos en otra característica, que es la de hacer todo a último momento pero caer con estilo, va con nuestra personalidad. Y bueno, este es un resumen de lo que somos, una amistad llena de altibajos, pero de casi nueve años. ¿Qué más puedo decir, que que la quiero mucho?
Romina Cabrera Lasserre.
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